Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.
Oración
Jesús en la Cruz aboga:
da al ladrón: lega su Madre:
quejase: la sed le ahoga:
cumple: entrega el alma al Padre
Al Calvario hay que llegar
porque Cristo, nuestra Luz,
hoy también nos quiere hablar
desde el ara de la Cruz.
¡Virgen de dolores y Madre mía! Que, como Tú, acompañe yo siempre a tu Hijo en vida, redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifique por toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pido por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz. Asísteme siempre especialmente en este último momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu Hijo. Así sea.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Primera Palabra: "Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
se, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de perdón. Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de todas las vejaciones, burlas, insultos y desprecios, el no se ocupó de probar su inocencia pues la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús pidió el perdón a su Padre, no para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios perdona nuestros pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio, por lo tanto el amor triunfa. La verdadera prueba del cristiano consiste en amar a sus enemigos, perdonarlos muestra grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.
Segunda Palabra: "Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de esperanza. Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento, las cuales dependen de nuestra filosofía de vida. Esto se ve reflejado en las actitudes manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo, uno reconocía su culpabilidad el otro no. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas, si le damos sentido nos acerca a Dios. Jesús en la cruz es una prueba de amor, y siguiendo el ejemplo de la confianza del ladrón de la derecha en Jesús, al verlo sufrir injustamente en la cruz debemos tener fe en él, creer en él y en sus palabras, y recibiremos el mismo beneficio que recibió el ladrón. Cree en Jesús y serás salvado, lograras la vida eterna.
Tercera Palabra"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de atención. La Virgen, proclamada Madre de todos los hombres, es una madre que ama y quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es el refugio de los pecadores, ella entiende que somos pecadores. Al unir las vidas de María y Juan, Jesús enseña a los cristianos que no es solo pensar en el cielo, es vivir y demostrar que servimos a nuestro prójimo, que tenemos deberes para con ellos empezando por los que tenemos más cerca. No podemos estar aislados y decir que no necesitamos a nadie, todos necesitamos de la ayuda de los otros, de su comprensión y de su amor.
Cuarta Palabra: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15,34)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de tristeza. Estas palabras son una oración, un salmo, una lamentación que concluye con una acción de gracias a Dios, nunca una afirmación de que el Padre desamparara y abandonara a su Hijo en la cruz. Es el hijo que habla con el Padre, manifestando una angustia. Estas palabras hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma y es el abandono de Dios por parte del hombre. El que ora no rechaza a Dios, sino que permite que Dios sea Dios en él. Jesús se puso en las manos de Dios y acepto sus designios. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.
Quinta Palabra: "¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de necesidad. Estas palabras demuestran que Jesús fue un verdadero hombre que sintió en su cuerpo todo el sufrimiento de estar colgado en la cruz, pero que solo después de haberse ocupado de los presentes siente una necesidad personal: sed. La sed es un signo de vida. Jesús tiene sed por las almas de los seres humanos, sed de dar vida y por eso muere. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Sentía profundamente los dolores del alma, aun más que los del cuerpo, el hecho de que el hombre despreciara su amor le dolía en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.
Sexta Palabra: "Todo está consumado". (San Juan 19, 30)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de garantía. Jesús nos da su vida por amor, cumpliendo con éxito la voluntad de su Padre. Su misión terminaba con su muerte. Pero nuestra misión o plan no ha terminado porque aunque Jesús murió en la cruz para limpiar nuestros pecados y salvarnos, nosotros aun no hemos salvado nuestras almas. Por lo tanto, todas nuestras acciones deben estar dirigidas a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo.
Séptima Palabra: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de confianza. Jesús muere con serenidad, con paz, con la tranquilidad y confianza del que sabe a dónde va. Su oración es de confianza en Dios y se abandona en las manos de su Padre. Estas palabras hacen pensar que nuestro cuidado debe ser integral, debemos de cuidar no solo nuestro cuerpo, también nuestra alma. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Su espíritu volvió a su Padre con un grito triunfante. Debemos recordar que Jesús nunca perdió de vista su misión y sacrifico todo para alcanzarla, por lo que tenemos que tener presente cual es nuestro destino para no equivocar el camino. La salvación de nuestras almas es lo más importante en la vida.
Oración Final
Un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.
Oración
Jesús en la Cruz aboga:
da al ladrón: lega su Madre:
quejase: la sed le ahoga:
cumple: entrega el alma al Padre
Al Calvario hay que llegar
porque Cristo, nuestra Luz,
hoy también nos quiere hablar
desde el ara de la Cruz.
¡Virgen de dolores y Madre mía! Que, como Tú, acompañe yo siempre a tu Hijo en vida, redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifique por toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pido por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz. Asísteme siempre especialmente en este último momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu Hijo. Así sea.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Primera Palabra: "Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
se, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de perdón. Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de todas las vejaciones, burlas, insultos y desprecios, el no se ocupó de probar su inocencia pues la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús pidió el perdón a su Padre, no para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios perdona nuestros pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio, por lo tanto el amor triunfa. La verdadera prueba del cristiano consiste en amar a sus enemigos, perdonarlos muestra grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.
Segunda Palabra: "Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de esperanza. Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento, las cuales dependen de nuestra filosofía de vida. Esto se ve reflejado en las actitudes manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo, uno reconocía su culpabilidad el otro no. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas, si le damos sentido nos acerca a Dios. Jesús en la cruz es una prueba de amor, y siguiendo el ejemplo de la confianza del ladrón de la derecha en Jesús, al verlo sufrir injustamente en la cruz debemos tener fe en él, creer en él y en sus palabras, y recibiremos el mismo beneficio que recibió el ladrón. Cree en Jesús y serás salvado, lograras la vida eterna.
Tercera Palabra"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de atención. La Virgen, proclamada Madre de todos los hombres, es una madre que ama y quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es el refugio de los pecadores, ella entiende que somos pecadores. Al unir las vidas de María y Juan, Jesús enseña a los cristianos que no es solo pensar en el cielo, es vivir y demostrar que servimos a nuestro prójimo, que tenemos deberes para con ellos empezando por los que tenemos más cerca. No podemos estar aislados y decir que no necesitamos a nadie, todos necesitamos de la ayuda de los otros, de su comprensión y de su amor.
Cuarta Palabra: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15,34)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de tristeza. Estas palabras son una oración, un salmo, una lamentación que concluye con una acción de gracias a Dios, nunca una afirmación de que el Padre desamparara y abandonara a su Hijo en la cruz. Es el hijo que habla con el Padre, manifestando una angustia. Estas palabras hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma y es el abandono de Dios por parte del hombre. El que ora no rechaza a Dios, sino que permite que Dios sea Dios en él. Jesús se puso en las manos de Dios y acepto sus designios. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.
Quinta Palabra: "¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de necesidad. Estas palabras demuestran que Jesús fue un verdadero hombre que sintió en su cuerpo todo el sufrimiento de estar colgado en la cruz, pero que solo después de haberse ocupado de los presentes siente una necesidad personal: sed. La sed es un signo de vida. Jesús tiene sed por las almas de los seres humanos, sed de dar vida y por eso muere. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Sentía profundamente los dolores del alma, aun más que los del cuerpo, el hecho de que el hombre despreciara su amor le dolía en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.
Sexta Palabra: "Todo está consumado". (San Juan 19, 30)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de garantía. Jesús nos da su vida por amor, cumpliendo con éxito la voluntad de su Padre. Su misión terminaba con su muerte. Pero nuestra misión o plan no ha terminado porque aunque Jesús murió en la cruz para limpiar nuestros pecados y salvarnos, nosotros aun no hemos salvado nuestras almas. Por lo tanto, todas nuestras acciones deben estar dirigidas a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo.
Séptima Palabra: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Meditación: Palabra de confianza. Jesús muere con serenidad, con paz, con la tranquilidad y confianza del que sabe a dónde va. Su oración es de confianza en Dios y se abandona en las manos de su Padre. Estas palabras hacen pensar que nuestro cuidado debe ser integral, debemos de cuidar no solo nuestro cuerpo, también nuestra alma. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Su espíritu volvió a su Padre con un grito triunfante. Debemos recordar que Jesús nunca perdió de vista su misión y sacrifico todo para alcanzarla, por lo que tenemos que tener presente cual es nuestro destino para no equivocar el camino. La salvación de nuestras almas es lo más importante en la vida.
Oración Final
Un Padre Nuestro, una Ave María y un Gloria.
muy interesante la explicacion que se da aqui en sobre las siete palabras que jesus dijo en la cruz... es importante que como catolicos conozcamos de estas palabras que han transcendidos años yque no se deben pronunciar porque si.. si no por el sentido que en realidad tienen.. bendiciones :D
ResponderEliminar