El Sábado Santo, antes llamado Sábado de Gloria (hasta la reforma litúrgica de 1955) es un día de la Semana Santa en el cual los cristianos meditan acerca de la pasión y muerte de Jesús. En este día se conmemora a Cristo en el sepulcro y su descenso al abismo y se lleva a cabo en la madrugada del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. En este día también se conmemora la soledad y el dolor de la Virgen María, por la muerte de su hijo Jesús.
Durante la madrugada del Sábado Santo tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual. Durante la misma los sacerdotes y los diáconos utilizan ornamentos blancos, simbolizando la alegría por la Resurrección de Cristo. Esta se desarrolla en cuatro partes:
1. Liturgia de la Luz: Bendición del Fuego Nuevo y preparación del Cirio Pascual, Pregón Pascual.
2. Liturgia de la Palabra. Se sugieren siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento.
3. Liturgia Bautismal. Bendición de la Fuente Bautismal, Agua Bautismal y/o Bendición del Agua Común. Renovación de las promesas bautismales de los fieles.
4. Liturgia Eucarística.
Durante la Misa del Sábado Santo en las iglesias suelen exponerse la imagen de Cristo crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ilustrando de esta manera el misterio del Sábado Santo. En este día se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa, no está permitido ningún sacramento, exceptuando el de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos, tampoco ningún canto ni uso de ningún instrumento. Respetando una tradición muy antigua en la Misa de Sábado Santo no se celebra la Eucaristía y la Sagrada comunión sólo se reparte a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Pero en el caso de que un enfermo no pueda asistir a la celebración puede recibirla a cualquier hora del día. Se recomienda que se celebre en las iglesias el Oficio de la Lectura y los Laudes haciendo partícipe a la comunidad.
Aunque este es un día de luto para los cristianos, no debe ser un día triste, sino un día lleno de esperanza, de entrega absoluta, de fe, de arrepentimiento, de agradecimiento, porque Cristo se entregó por nosotros, para salvarnos del pecado y reconciliarnos con Dios, porque su amor es infinito y eterno. El poder de nuestro Señor es infinito porque no solo venció al demonio y al pecado sino también venció a la muerte a través de la Resurrección.
Durante la madrugada del Sábado Santo tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual. Durante la misma los sacerdotes y los diáconos utilizan ornamentos blancos, simbolizando la alegría por la Resurrección de Cristo. Esta se desarrolla en cuatro partes:
1. Liturgia de la Luz: Bendición del Fuego Nuevo y preparación del Cirio Pascual, Pregón Pascual.
2. Liturgia de la Palabra. Se sugieren siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento.
3. Liturgia Bautismal. Bendición de la Fuente Bautismal, Agua Bautismal y/o Bendición del Agua Común. Renovación de las promesas bautismales de los fieles.
4. Liturgia Eucarística.
Durante la Misa del Sábado Santo en las iglesias suelen exponerse la imagen de Cristo crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ilustrando de esta manera el misterio del Sábado Santo. En este día se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa, no está permitido ningún sacramento, exceptuando el de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos, tampoco ningún canto ni uso de ningún instrumento. Respetando una tradición muy antigua en la Misa de Sábado Santo no se celebra la Eucaristía y la Sagrada comunión sólo se reparte a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Pero en el caso de que un enfermo no pueda asistir a la celebración puede recibirla a cualquier hora del día. Se recomienda que se celebre en las iglesias el Oficio de la Lectura y los Laudes haciendo partícipe a la comunidad.
Aunque este es un día de luto para los cristianos, no debe ser un día triste, sino un día lleno de esperanza, de entrega absoluta, de fe, de arrepentimiento, de agradecimiento, porque Cristo se entregó por nosotros, para salvarnos del pecado y reconciliarnos con Dios, porque su amor es infinito y eterno. El poder de nuestro Señor es infinito porque no solo venció al demonio y al pecado sino también venció a la muerte a través de la Resurrección.
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